Dra. Maura Rojas: “Ser madre y científica no es simple, pero es posible teniendo mucho compromiso y ganas de ir adelante”
En marzo de este año llegó a Chile para trabajar en su proyecto posdoctoral “Identificación de potenciales compuestos tripanocidas en extractos microalgales con actividad anti-T.cruzi”*, junto a su profesora patrocinante del Instituto de Biología PUCV, Dra. Verónica Rojas y en colaboración con los doctores de la U. de Chile, Ulrike Kemmerling, de la Facultad de Medicina, y Claudio Olea, de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas.
La Dra. Maura Rojas de Universidad de Los Andes (ULA), Mérida, Venezuela es la cuarta hija de cinco hermanos. Nació en el estado de Zulia, específicamente en un pueblo que basa su economía en la siembra y cosecha del cáñamo de azúcar. Allí vivió hasta los 5 años, luego sus padres la llevaron con sus hermanos a Mérida, una ciudad andina, a tres horas de Zulia, reconocida por ser un lugar universitario. Su padre había conseguido un trabajo en aquel lugar pensando en que sus hijos tuvieran acceso a la educación.
El 26 de marzo de este año, usted llegó a nuestro país para trabajar en su posdoctorado ¿Cómo ha sido esta experiencia?
El 2015 fue la primera vez que me vine a Chile con mi familia, estuve como tres semanas visitando a una tía y me gustó mucho. Nunca pensé que en el futuro estaría viviendo aquí. En esta oportunidad, me vine sola debido a la actual situación que se vive en mi país. Mi hija de nueve años se quedó allá; hablamos todos los días, pero estoy esperando resolver algunos trámites para que ella pueda venir. Esta estancia postdoctoral ha sido muy enriquecedora Durante este tiempo he aprendido muchísimo, he conocido a personas que me han extendido la mano, que han querido compartir su conocimiento conmigo. Chile es un país que me gusta mucho. Aunque han sido un poco difíciles estos meses (por la ausencia de mi hija), la experiencia en la investigación ha sido muy agradable. La ciencia te pone desafíos, requiere ciertos sacrificios, pero también te da muchas satisfacciones. Suele pensarse que las personas que están metidas en un laboratorio son especiales, con superpoderes, se ven como inalcanzables y no, en un laboratorio estamos personas normales, que tenemos nuestras dificultades cotidianas. Sin embargo, quienes nos dedicamos a la ciencia debemos tener un requisito esencial: amar y sentir pasión por la ciencia.
¿De dónde nace su interés de estudiar Ciencia?
Siempre me caractericé por ser un poco curiosa. Cuando llegué al bachillerato (secundaria) tuve una profesora de biología, me gustaba mucho la manera cómo enseñaba la biología. En quinto año esta profesora me habló de muchas cosas, de las leyes de Mendel -el padre de la genética- de la herencia, del ADN, de cómo podían heredar los hijos las características de los padres y qué consecuencias podrían tener los cambios genéticos, por ejemplo. Su forma de impartir la clase me fue atrayendo a la ciencia. Más aún, cuando me puse una bata blanca en el laboratorio de biología, me agradó mucho esa experiencia, la de estar al interior de un laboratorio. Ahí supe que me gustaba las ciencias, en ese momento pensé estudiar medicina cuando saliera de bachillerato.
En algún momento usted pensó ingresar a la carrera de medicina, pero finalmente se inclinó por seguir sus estudios en el área de la biología ¿por qué?
Quería estudiar medicina en la universidad, pero también me gustaba mucho la química. De la biología me gustaba todo lo que tenía que ver con las enfermedades genéticas, entonces mi intención era estudiar medicina enfocándome en la genética. Postulé con muy buen promedio académico pensando en medicina, pero ese año, lamentablemente, no abrieron la carrera para nuevos estudiantes. Por mi alto rendimiento quedé seleccionada entre los primeros lugares y comencé la carrera de biología. Cuando comencé a hacer la tesis de licenciatura ya sabía que amaba la biología, pero no sabía qué parte de ella me gustaba más. Decidí hacer la tesis de licenciatura en el área de microbiología. Me fui a trabajar con una profesora que era muy buena en esa área. En ese momento, me enfoqué en estudiar la resistencia antimicrobiana. Trabajando con esta profesora encontré muchas cosas interesantes. Encontramos que la resistencia antimicrobiana no estaba solamente en ambientes clínicos, sino que en bacterias que se encontraban en ambientes subterráneos, a dos kilómetros y medio de profundidad. Eso me hizo replantear muchas cosas, fue un tema de investigación del cual me enamoré, que agarré y que hasta ahora no he vuelto a soltar. La resistencia antimicrobiana es considerada un problema de salud pública y del cual hay más conciencia y del que se está hablando más. Tanto así que la Organización Mundial de la Salud la considera un problema muy grave.
¿Qué rol le atribuye usted a los profesores que la han acompañado a lo largo de su carrera profesional?
Tuve buenos modelos y pienso que en investigación la figura del maestro es clave, porque de alguna manera es como un ancla, como el inicio de algo que te inspira a ser como esa persona o hacer las cosas de manera parecida y si son buenos ejemplos, eso te ayuda. Cuando llegué a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes (ULA) había un ambiente donde transitaban muchos personajes, conocidos expertos. La ULA es casa de estudios multicultural, que había sido fundada por muchos investigadores extranjeros, incluidos chilenos, argentinos, y españoles, que les dieron vida a varios laboratorios. Eran excelentes profesores e investigadores. En la mitad de la carrera conocí a otra profesora clave en mi vida profesional. Ella se llama Luisana, dictaba la materia de fisiología animal. Nuevamente, la forma de cómo impartía la clase de fisiología y la pasión que tenía por la investigación me cautivó. Luego conocí al profesor Dr. Wilfredo Quiñones, que fue también mi director de tesis doctoral y considero que ha sido mi principal maestro, aprendí muchas cosas con él durante mi doctorado. Todavía trabajamos juntos en proyectos que son de allá, de Venezuela, relacionados con el metabolismo intermediario de T. cruzi. El Dr. Wilfredo es un gran investigador, reconocido a nivel mundial, posee mucho conocimiento y a la vez es muy humano. Dos componentes esenciales en un científico. El modo cómo él transmitía su conocimiento, la empatía y el compromiso con sus estudiantes me inspiraron mucho.
Pienso que la figura del maestro tiene que valorarse más, porque puede cambiar el rumbo de tu vida. Una cosa es ser profesor y otra es ser maestro, son figuras muy diferentes. Un maestro te estimula a salir adelante, te motiva a sacar lo mejor de ti. Está siempre dispuesto a orientarte para que puedas seguir caminando.
¿Cuál diría usted que es el beneficio de especializarse y profundizando sus conocimientos con un posdoctorado?
Un postdoctorado te permite profundizar más en un tema específico. Te permite iniciar tu investigación de manera más independiente y adquirir experiencia en la investigación. El científico nunca deja de estudiar. Un científico debe tener compromiso, confianza en lo que hace y en lo que cree. Debe, sobre todo, leer mucho. Siempre vas a necesitar saber un poco más. Aún sigo estudiando para escribir una publicación, para discutir con otra persona, porque debes tener bases, pero eso lo vas adquiriendo como una costumbre o un hábito. Como científico puedes aportar mucho al desarrollo de la sociedad. Una de las principales funciones del científico es formar personal, y al tener más personas capacitadas se tiene una sociedad más consciente.
Nunca había trabajado con microalgas y he aprendido mucho en estos meses sobre este tema. Además, con la figura de postdoc he tenido la oportunidad de orientar a otros estudiantes que están dentro del laboratorio.
Desde lo personal, me gustaría contribuir y devolverle a Chile lo mucho que me ha dado. Aquí he crecido tanto a nivel académico como personal. A nivel personal ha sido un gran desafío, porque estar aquí, sin mi hija, no es fácil. No obstante, académicamente ha sido muy enriquecedor porque he aprendido nuevas técnicas y he puesto a prueba el conocimiento que adquirí en Venezuela.
¿Qué le diría usted a una persona que piensa postular a un programa de posgrado académico en el área científica?
Los ánimos a que estudien ciencias. En la ciencia se aprenden cosas nuevas todos los días. Siempre saber que cuando uno se plantean nuevos desafíos o una nueva meta van a haber tropiezos, pero eso forma parte del aprendizaje. Por otra parte, que debemos estar pendiente de las oportunidades, y que debemos aprovecharlas. Estas son como un tren, pasan rápido. Si las ves, tienes que armarte de valor y aprovecharlas. Y recordar siempre que un científico debe mantener su esencia.
Mi mensaje a otras mujeres es que ser madre y científica no es simple, pero es posible, siempre y cuando se tenga mucho compromiso y ganas de ir hacia adelante. En lo personal, me ayuda siempre pensar que todo lo que estoy haciendo es por mi hija, para ofrecerle un mejor futuro y para que le sirva de ejemplo, que los límites solo están en la mente y que todo pasa. Durante mis estudios de doctorado muchas veces tuve que llevarme a mi hija al laboratorio y hacer experimentos con ella, ya que algunas veces no tenía quien cuidara de ella. En algunos momentos me tocó cargarla a ella y las dos mochilas (la de ella y la mía) y caminar largas distancias. Estar lejos de ella ha sido muy difícil. Como madre puedo decir que, a pesar de no ser simple, se pueden cumplir ambos roles. Por eso invito a otras mujeres que se quieran dedicar a la ciencia, que lo hagan.
¿Cuáles son sus intereses científicos y qué relevancia tienen sus avances para la sociedad?
Actualmente, estoy activa en dos líneas de investigación. Por una parte, en el estudio de la resistencia antimicrobiana y por otra, en el estudio de Enfermedades Tropicales, enfocado principalmente en la Enfermedad de Chagas. La segunda línea de investigación la comencé a desarrollar en mi tesis doctoral. y actualmente sigo muy vinculada a ella en esta estancia postdoctoral.
En esta estancia postdoctoral he trabajado con extractos de microalgas. Las microalgas son microorganismos de gran importancia económica y también a nivel de investigación, porque tienen la capacidad de adaptarse a condiciones ambientales cambiantes, debido a sus características fisiológicas y moleculares que le permiten sobrellevar esos cambios. Muchas microalgas tienen rutas metabólicas que les permiten sintetizar algunos compuestos de gran importancia, sobre todo desde el punto de vista farmacológico. Muchos de estos compuestos tienen efecto antiparasitario.
La Enfermedad de Chagas es una enfermedad endémica, que se extiende sur de los Estados Unidos hasta Argentina y una enfermedad globalizada. Afecta principalmente a personas de escasos recursos. En el caso de Chile, miles de personas han sido detectada con la patología. El tratamiento de esta enfermedad se basa en dos fármacos, el Benznidazol (Bz) y N ifurtimox(Nfx) . Estos fármacos son altamente tóxicos y producen muchos efectos secundarios y no son muy efectivos durante la fase crónica. Todo esto lleva a la búsqueda de tratamientos alternativos. El estudio de extractos microalgas con actividad tripanocida podría ser inicio de la búsqueda de terapias alterativas para este padecimiento.
Junto otros investigadores venezolanos estoy vinculada a un proyecto relacionado con el estudio del metabolismo intermediario de T. cruzi, el agente etiológico de la Enfermedad de Chagas. En este proyecto se estudian algunas enzimas involucradas en el metabolismo de este parásito y que posiblemente podrían ser potenciales blancos terapéuticos. Adicionalmente, también estoy colaborando con la Dra. Kemmerling tratando de entender cómo funcionan los mecanismos de defensa de la placenta frente a patógenos que viene directamente desde el torrente sanguíneo maternal. En este proyecto estamos tratando de dilucidar el posible rol de miRNAs placenta-específicos en la susceptibilidad ante la infección con Trypanosoma cruzi. En este estudio, buscamos la identificación de posibles miRNAs como marcadores de pronóstico para predecir la probabilidad de trasmisión.
¿En qué consiste el estudio que está realizando junto a la Dra. Verónica Rojas, académica del Instituto de Biología PUCV?
El estudio se basa en la enfermedad de Chagas, producida por el protozoo Trypanosoma cruzi (T. cruzi), es un problema de Salud Pública que afecta a millones de personas en países endémicos de Latinoamérica, incluido Chile. En la actualidad, las drogas químicas disponibles para su tratamiento, Nifurtimox (Nfx) y Benznidazol (Bz), generan importantes efectos secundarios y baja eficacia terapéutica en la fase crónica de la patología. Dado estos antecedentes, existe un interés creciente por la búsqueda de compuestos anti-chagásicos desde nuevas fuentes naturales. En este sentido, las microalgas son organismos unicelulares eucariontes fotosintéticos que producen una gran diversidad de compuestos con potencial bioactivo. Resultados previos de nuestro Laboratorio, demostraron que extractos etanólicos de las microalgas Chlamydomonas reinhardtii y Tetraselmis. suecica, así como extractos metanólicos de T. suecica y Scenedesmus obliquus, presentaron actividad tripanocida con un IC50 menor a 100 µg/ml sobre la forma infectiva del parásito (tripomastigotes), y no fueron citotóxicos para células de mamífero, además de disminuir el porcentaje de células infectadas por T. cruzi. El objetivo de este trabajo fue identificar potenciales moléculas responsables de la actividad en los extractos microalgales que presentaron actividad tripanocida. Para la identificación de posibles compuestos se realizaron estudios de Cromatografía líquida de Alta Eficacia (HPLC) y Cromatografía de capa fina (TLC). En los análisis de HPLC se detectó la presencia de diversos compuestos de naturaleza fenólica, siendo estos más abundantes en los extractos etanólicos y fenólicos de T. suecica; en los estudios cuantitativos de TLC, se determinó la presencia compuestos fenólicos, ácidos grasos y pigmentos, que podrían ser responsables de la actividad tripanocida.
*El trabajo ha sido financiado por 2 proyectos internos de la Dirección de Investigación de la PUCV (DI 393.317 y 039.434 (V. R.)), y el proyecto FONDECYT 1190341 (U.K)