Sueldos en Chile: por qué nos está costando tanto llegar a fin de mes
Lo que antes era comentado casi con sorna -pagar las compras del supermercado con tarjeta de crédito y en cuotas- hoy es una obligación para miles de familias cuyo sueldo no califica para tener subsidios, pero tampoco para cubrir todos los gastos. A esto se suman las recientes alzas de la luz y el gas, y el progresivo aumento de los alimentos y servicios. ¿Está siendo Chile un país demasiado caro para vivir? Sin duda, dicen los especialistas. Pero también hay un importante problema de consumismo que ha llevado a muchos a un endeudamiento crónico y, sobre todo, peligroso.
No se necesita calculadora —ni siquiera papel y lápiz— para realizar esta operación aritmética. Según la “IX encuesta de Presupuestos Familiares” del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el ingreso promedio por hogar de los chilenos es de $1.413.359 y la mediana, ese valor que —en ocasiones— es más representativo cuando hay muestras con cifras muy dispares, es de $987.567.
En tanto, el gasto promedio por hogar es de $1.451.782, y la mediana es de $1.108.065. En resumen: el dinero no alcanza para llegar a fin de mes.
Para un gran porcentaje de los chilenos sus ingresos no son suficientes y, especialmente en la clase media, hay sobreendeudamiento. De hecho, no es extraño que cada vez más personas opten por pagar la compra del supermercado en tres cuotas, por ejemplo.
“Es muy diferente a lo que ocurría hace una década. En Chile los sueldos son bajos. Y también en comparación a lo que pasaba 10 años atrás, se ha vuelto un país más caro”, explica Gonzalo Escobar, docente de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello.
El académico explica que para poder suplir esta falta de recursos, nos endeudamos a través de tarjetas y de líneas de crédito. El tema es que esta modalidad ya no sólo está presente en la clase media, sino también en las con mayores ingresos.
“Y ojo, que las personas de ingresos más bajos pueden tener acceso a financiamiento de tarjetas de crédito de casas comerciales que, en cierta medida, son menos restrictivas que las tarjetas de crédito del sistema bancario”, comenta.
Si bien el problema es transversal (con excepción de los estratos más acomodados, por supuesto), la clase media, comenta el especialista, se ve más afectada por alzas como las de la electricidad, por ejemplo. “Se están tratando de ampliar los subsidios (estatales) a más personas, porque esta medida beneficia a las familias de más bajos ingresos, a los primeros quintiles”, dice.
En este punto concuerda totalmente Jorge Berríos, Director del Diplomado de Finanzas de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile.
“El quintil del medio es el más afectado, porque el quintil de abajo está subsidiado. Las cuentas van a subir en un 15 o 20%, y en las casas casi todo lo que se ocupa es eléctrico. Antes no era así, pero hoy el horno, el microondas, las cocinas, las cargas de los celulares, el computador, todo es eléctrico. Entonces hay un gasto de consumo de electricidad bastante grande. Por lo tanto, si suben las cuentas de la luz, suben los elementos más importantes de una distribución de gasto en cualquier familia”.
Gonzalo Escobar, de la Universidad Andrés Bello, ahonda en otro punto que también contribuye al endeudamiento de la clase media: cuando las personas se enferman.
“Si bien quienes están en los primeros quintiles se ven más expuestos en un servicio de salud privado, tienen cobertura gratuita en el sistema público de salud. A pesar de las filas y de las listas de espera, cuentan con ese tipo de cobertura. No necesariamente es de la misma calidad —no me refiero a la calidad de los médicos, sino que a la calidad de hotelería, por ejemplo—, pero sí tienen cobertura”.
El caso de la profesora Antonia (48, nombre cambiado) es clarificador. Gana alrededor de 1 millón de pesos. El padre de su único hijo aporta con 300 mil a la economía familiar. Antonia paga:
- Dividendo de 550 mil
- 60 mil de gastos comunes
- 20 mil de electricidad
- 30 mil por su plan de internet
- 15 mil por la cuenta del agua
- 250 mil en las compras del supermercado.
Su hijo está en la universidad y, con un par de datos alterados, confiesa, logró la gratuidad. “Si no, sería imposible que hubiese entrado a estudiar”.
Pese al costo cero del arancel, el joven necesita cerca de 100.000 al mes para libros, locomoción y para comprar, solo algunos días, almuerzo en su casa de estudios. Alejandra tiene un auto en el que se va a su trabajo, y gasta unos 100 mil pesos al mes en bencina.
Debido a una enfermedad crónica de su hijo, Antonia gasta otros 30 mil en medicamentos. Y en esas cuentas que saca rápidamente, inicialmente olvida contar a otra integrante de su familia: su perrita. Otros 20 mil pesos en pellets. Tampoco ha agregado a su “excel” mental de egresos el pago de su tarjeta de crédito ni los intereses de la línea de crédito, ni los imprevistos ni menos el vestuario.
En estos últimos dos meses, Antonia ha estado enferma y ha peregrinado de médico en médico en busca de un diagnóstico certero. Pese a que tiene un buen plan de ISAPRE, ha gastado cerca de 200 mil pesos en exámenes específicos. Antes de sentirse mal de salud, su tarjeta de crédito estaba cerca del tope. Y su línea de crédito (500 mil) ya no tenía disponibilidad.
“Hace tiempo que saco de un lado para pagar una deuda. Y después de otro lado, y así. Pero ahora sí llegué al límite de mi tarjeta (2.8 millones de pesos) y no tengo cómo pagarla. Llevo tres meses pagando solamente el monto mínimo, yo sé que es lo peor que puedo hacer, pero no me alcanza”, comenta.
En efecto, es lo peor que puede hacer. “Si una persona paga el costo mínimo, nunca va a salir de la deuda, porque nunca estará abonando capital. Mayoritariamente lo que está pagando son los intereses por el servicio de la deuda. Por lo tanto, sigue incrementando la deuda”, dice Jorge Berríos, de la Universidad de Chile.
Y sobre el bicicleteo que practica Antonia y miles de chilenos, María Teresa Blanco, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, comenta:
“Es, como decíamos antiguamente, sacar la ropa de un santo para vestir a otro: es decir, tengo un crédito y después pido otro para pagar ese otro crédito. Y, claro, me va pillando el margen, porque va aumentando (la deuda), entonces llega un momento en que esa bicicleta ya no la puedo hacer, porque ya no me da para acceder a un crédito superior. Ahí es cuando uno ya se ve afligido, y entonces empieza a quedarse quieta la bicicleta”.
La plata infinita
“Hace 30 años, nuestros padres no se endeudaban. ¿Por qué? Porque no había forma de endeudarse. Nadie te daba crédito. Hoy en día es fácil porque tienes líneas de crédito y tarjetas. Y una persona a veces tiene tres o cuatro veces su disponibilidad de sueldo”, comenta Jorge Berríos.
“Hay una sensación de plata infinita que dura hasta que te ves muy agotado y tienes que empezar a reprogramar y reclasificar deudas. Tienes la sensación de que hay disponibilidad de plata, que tienes millones de millones, que ganas cuatro veces más, cuando a la larga eso no es real”, explica.
Si bien el tema de vivir en un país caro es una realidad, el académico de la Universidad de Chile dice que nuestra cultura consumista también ha sido determinante en este endeudamiento.
“Si analizamos los retiros que se hicieron durante la pandemia y las estadísticas de las casas comerciales, veremos que tuvieron rentabilidades que nunca habían tenido. Principalmente el año 2021, dados los retiros y los aportes como los IFE que dio el gobierno. Si revisas los datos del Banco Central y ves lo cuánto tenían de saldo en las cuentas corrientes las personas en ese momento y cuánto saldo tienen hoy en día, técnicamente los agregados son negativos. ¿Y por qué negativos? Porque están gastando más de lo que tienen. Pagaron deudas, pero también compraron cosas”.
En esa misma línea, el especialista dice que le llama mucho la atención que personas que ganan 800 mil pesos tienen un celular de ese precio o incluso más caro. Si se lo roban, piensa, probablemente no sólo se compren el mismo, sino el modelo más reciente. “Y eso es una incongruencia total en términos de nivel de gasto. Es un contrasentido desde todos los puntos de vista”, explica.
María Teresa Blanco, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, dice que en la ecuación del endeudamiento hay que sumar un factor relativamente nuevo en la sociedad:
“Las necesidades básicas no son las mismas que las que teníamos antes. Por ejemplo, hace 10 años o 15 años no necesitabas internet todo el día. Hoy día sí es una necesidad para trabajar. Los equipos tecnológicos también eran un lujo, y pasaron a ser una necesidad. Yo soy de la época de los 60 y 70, y fíjate que antes el entretenimiento era un lujo, pero hoy en día es una necesidad, porque es una variable de la calidad de vida. Y obviamente la salud mental va asociada a la calidad de vida”.
Es tiempo de consolidar
El problema de Antonia con su tarjeta de crédito lo viven miles de personas en Chile. Simplemente no les alcanza para pagar más que el monto mínimo. ¿Qué hacer entonces?
La solución es “consolidar la deuda”, dice Gonzalo Escobar, docente de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello. Eso siempre y cuando no haya más alternativas. Porque a veces, cuando la deuda es manejable, algunas casas comerciales ofrecen renegociar. “En esos casos no es una buena alternativa, porque solo subirá la deuda”, comenta.
Pero no basta sólo con consolidar.
“Hay que modificar los hábitos de consumo. Ahora, si estamos hablando de necesidades básicas que no se cubren, entonces ya estamos frente a un problema mayor social. Ese es el cuestionamiento que se hace al sueldo mínimo (…) Pero las reestructuraciones totales de deuda deben estar acompañadas de un plan de consumo y ahorro. Tu planificación de gasto no puede ser superior a tus ingresos. Así vas generando margen delta, entonces esas deltas tienen que transformarse no en nuevo consumo, sino que en ahorro”, acota María Teresa Blanco, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Y agrega: “Tienes que jerarquizar tus necesidades, ver cuáles son las más urgentes, y cuáles son las alternativas. En la clase media es difícil que una familia deje de darle educación privada a un hijo y que lo lleve al sistema público. Pero obviamente que cuando no te dan los números, no queda otra opción. Cuesta esa decisión. Cuando estás haciendo una reestructuración, vas a tener que hacer sacrificios”.
Cómo es nuestro endeudamiento
En base al informe de endeudamiento que elaboró la Comisión de Mercado Financiero (CMF), María Teresa Blanco aporta cinco factores que explican el incremento del endeudamiento en estos años. “El primero es que el acceso al crédito en Chile es relativamente fácil”, comenta.
“Por otra parte, la educación también ha cobrado alto costo a la sociedad chilena. La gratuidad es algo de los últimos años en el segmento universitario, pero la educación, desde los primeros años hasta la universidad, muchas veces es financiada por los padres o por el propio estudiante en el caso de la educación universitaria. Al tener financiamiento externo, obviamente eso cobra vida y es deuda de futuro; o de presente en el caso de los papás”.
“El tercer factor es la vivienda, sobre todo la clase media tiene un alto endeudamiento por créditos hipotecarios. Como cuarto factor está el consumo. Claramente nosotros estamos en una sociedad mucho más consumista”, explica la especialista.
Y un último factor es que, en general, los chilenos y chilenas no ahorramos. “Cuando hay imprevistos importantes, generalmente no hay fondos de reserva en los patrimonios personales, entonces se recurre al endeudamiento”, dice.
Según cuenta la especialista, el informe de la Comisión de Mercado Financiero (CMF), la mediana del nivel de deuda de los deudores bancarios fue de 2,2 millones; la carga financiera (porcentaje del ingreso mensual que es destinado al pago de obligaciones financieras) fue de un 16,1; y el apalancamiento (el número de ingresos mensuales que un deudor tendría que destinar para saldar sus obligaciones financieras por completo) fue de 2,8 veces el ingreso mensual, es decir que las personas están endeudadas en casi tres veces su sueldo.
Otro dato preocupante es que una de cada 5 personas presenta una carga financiera superior al 50% de su ingreso mensual.
“Y entre los 40 y 45 años se presenta un mayor nivel de deuda, equivalente más o menos a 6,3 millones de pesos, mostrando claramente una alta correlación con las decisiones de compra de la vivienda, la primera o segunda vivienda. Adicionalmente, la deuda representativa crece con el ingreso de la población, para decir, mientras más gano, más gasto o más me endeudo”, dice.
Según este estudio publicado en enero de 2024, el 97,2% de los deudores tiene algún tipo de deuda de consumo. “O sea, prácticamente toda la población tiene una deuda de consumo; un 47,6% son deudas por tarjetas de crédito, un 9,3% tarjetas no bancarias y un 64,8% en tarjetas de sociedades de apoyo al giro bancario, es decir, casas comerciales”, dice la experta.
¿Quiénes estamos más endeudados, las mujeres o los hombres? Casi igual: los hombres representan un 49,3% y las mujeres un 46,8% de deuda. “Pero, ¿dónde está la diferencia? —pregunta la decana de la UVC— en que las mujeres deben en promedio 1,7 millones; y los hombres, 3,3 millones”. Y ahí da para otros análisis.