En paralelo al pregrado, comenzó el diplomado de Global Humanitarian Engineering, en donde empezó a hacer asesorías en tratamiento de aguas en casos de emergencias y en comunidades de bajos recursos: “Ahí apliqué mis ramos de ingeniería ambiental y recursos naturales, en un contexto social, de manera que para la tesis final de mi carrera, elegí el tema de la construcción de pozos en comunidades vulnerables”, señala la estudiante.

Madeline llegó el año pasado a Chile por motivos de su diplomado, pues éste contemplaba una práctica en el extranjero: “Me puse en contacto con Ingenieros Sin Fronteras, que es una fundación internacional que partió en Chile hace tres años.  Trabajé todo el año pasado con ellos, con una beca del Ministerio de Educación del gobierno de Nueva Zelanda. Llevamos ocho meses trabajando con la comunidad de Lagunillas, ubicada cerca de Cauquenes, en la región del Maule. Aún no logramos la construcción del pozo, pero esperamos seguir capacitando a las personas, siendo transparentes en todo el proceso, porque la idea es hacerlos partícipes y que sientan que es algo que tienen que cuidar”, explica Madeline.

ELEGIR LA PUCV

“Siempre he trabajado en temas de aguas, pozos, aguas subterráneas; pero siempre me ha gustado mucho la ingeniería bioquímica, la economía circular, la sustentabilidad, ya que durante mi carrera abordamos todas esas temáticas. Personalmente soy muy ambientalista, entonces quise volver a ese punto y estudiar un doctorado. Inicialmente ideamos un proyecto para estudiar en Nueva Zelanda, pero finalmente decidí quedarme en Chile, trabajando en Ingenieros sin Fronteras. Ya conocía la PUCV, y por eso postulé al programa, en particular por la línea de biotecnología ambiental, que es donde puedo desarrollar la idea que yo tenía inicialmente”.

Madeline tiene la idea de traer Ingenieros Sin Fronteras a la PUCV, y poder organizar un programa de prácticas para poder realizar más proyectos, pero “para ello debe haber un representante que resguarde que se mantengan los ideales y la metodología desarrollada, que es la de ingeniería con valor social”.

La alumna mantendrá contacto con su profesor de Nueva Zelanda, quien la apoyará con su proyecto, supervisando: “Aunque sé que se demora mucho tiempo, quiero organizar un convenio entre ambas universidades, para así abrir camino a que otros estudiantes de Nueva Zelanda puedan estudiar aquí y viceversa”, agrega. 

“Quero hallar un equilibrio entre estudios y mi vida personal,  y ver el doctorado como un trabajo con mucha más pasión que el de una empresa privada. Esto me hace sentir contenta, poder avanzar en el mundo de la economía circular. Quiero ver sistemas integrales y optimización de esos procesos para poder obtener más energía de las aguas negras. Me gustaría ver si se puede inventar algún sistema que ayude en ese ámbito”, señala la joven.