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La Vida al Límite: Investigación revela los secretos de los bosques de Nahuelbuta

Este trabajo se desarrolla junto a académicos de la Universidad Austral de Chile, Universidad de Talca, Universidad de Santiago de Chile y la Universidad de La Frontera.

El académico del Instituto de Biología, Dr. Francisco E. Fontúrbel, investigador del proyecto Núcleo Milenio Límite de la Vida Patagónica, concluye un estudio de tres años que explora los mecanismos de supervivencia de los ecosistemas en los bosques de alta montaña. Estos entornos caracterizados por sus condiciones extremas, representan un desafío para la persistencia de los bosques en condiciones donde el frío, una menor cantidad de oxígeno y climas cambiantes, hacen que solo algunas especies puedan persistir en estos lugares, particularmente durante el invierno.

Este lugar alberga comunidades únicas y resilientes que desafían los límites de la vida. Los bosques de lenga, ubicados en las zonas de alta montaña, destacan por su singularidad dado que, en otras latitudes, los límites arbóreos están dominados por coníferas. Este fenómeno se origina por un proceso evolutivo que ha tomado millones de años en estos bosques que son de los más antiguos de Sudamérica.

Dentro de los descubrimientos, uno de los más curiosos fue la identificación de una levadura ancestral de la cerveza. Esta levadura que crece en los árboles de lenga, es dispersada dentro del bosque por el monito del monte a través de sus heces y, según lo comentado por el académico del Instituto de Biología, protagonizó colaboraciones con una cervecería artesanal de para su producción.

Por otro lado, este proyecto ha ayudado a determinar que el monito del monte, considerado un "fósil viviente", también es una pieza clave del ecosistema. Este marsupial, capaz de hibernar, depende de los frutos del bosque en periodos críticos, sobre todo en altura donde los recursos son cada vez más escasos. De hecho, también como parte de este proyecto, se ha encontrado que en esta zona el alimento proviene mayormente de Desmaria mutabilis (el quintral del coihue), que juega un rol crucial en la dieta del monito del monte y otros habitantes del bosque, y de acuerdo a lo indicado por el Dr. Fontúrbel, “este parásito que da frutos entre febrero y marzo, en un periodo crítico del año, es el alimento del bosque límite y es lo que al parecer podría explicar la presencia de monitos del bosque de alta montaña”.

Pese a todo, el cambio climático amenaza la supervivencia del monito del monte, dado que los eventos de altas temperaturas en invierno están interrumpiendo su hibernación, lo que provoca su despertar en un periodo donde no hay alimento disponible y generando, además, un gasto energético insostenible que pone en riesgo su sobrevivencia. Ante esta situación el Dr. Fontúrbel y parte del equipo, han determinado que este marsupial requiere de un mínimo de días fríos para sobrevivir al invierno.

Dentro de sus visitas a terreno, en la zona de Nahuelbuta se encontraron que la Desmaria mutabilis cohabita y comparte un espacio común con la otra planta parásita: Tristerix corymbosus (conocida comúnmente como quintral). Esta última se encuentra desde la parte media-baja del bosque mientras la otra la parte media alta. Además, el Tristerix no puede parasitar los árboles de Nothofagus. Curiosamente, ambos parásitos comparten una interacción insospechada, Tristerix siendo incapaz de parasitar directamente los árboles Nothofagus, llega a ellos a través de Desmaria, abriendo nuevas perspectivas sobre la dinámica de estas especies.

Otro hallazgo relevante involucra los cambios en la composición de microorganismos en los suelos durante el otoño e invierno. La caída de hojas de la Desmaria parece beneficiar a hongos ectomicorrícicos, que establecen simbiosis con las raíces de los árboles y podrían alimentar los bosques durante los periodos más críticos. A medida que los efectos del cambio climático se intensifican, el proyecto revela la fragilidad de estos ecosistemas. Por lo mismo, en una segunda etapa del proyecto, buscan realizar predicciones climáticas y determinar cómo el aumento de temperaturas podría amenazar no solo la biodiversidad del bosque límite, sino también la supervivencia de diferentes especies.

Pensando también en la próxima fase del proyecto, Fontúrbel y el equipo de trabajo buscarán profundizar en estas interacciones complejas para comprender mejor cómo estos ecosistemas podrán enfrentar los retos del futuro. “Todo parece estar conectado: desde las plantas parásitas hasta los microorganismos y los árboles de lenga. Este bosque es un sistema único que debemos proteger”, concluye el investigador. Este estudio, además de desentrañar los misterios de un ecosistema extremo, lanza un poderoso llamado a conservar uno de los ecosistemas más antiguos y singulares de Sudamérica frente a los desafíos del cambio climático.

Fuente Facultad de Ciencias