Indagan en bioconversión de CO2 para mitigar el cambio climático
En el marco de un seminario internacional organizado por la Escuela de Ingeniería Bioquímica de la PUCV, académicos de diversas instituciones compartieron sus investigaciones en el desarrollo de biotecnologías para captura y conversión de dióxido de carbono.
Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) son una de las principales causantes del calentamiento global, problema causado por la actividad humana y agravado por la larga pervivencia del CO2 en la atmósfera. Consciente de esta situación, la Escuela de Ingeniería Bioquímica (EIB) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), organizó el seminario “Bioconversión de CO2 para aliviar el cambio climático: enfoque en consorcios microbianos y estudios de co-cultivo” para conocer experiencias internacionales en biotecnología y bioingeniería.
Según explicó Carminna Ottone, académica de la EIB, el seminario se enmarca en la realización de un proyecto Anillo de Investigación que realizan en conjunto con la Universidad de Los Andes y que busca utilizar el CO2 para transformarlo a compuestos de valor usando biotecnología. “Lo que hacemos es probar distintas estrategias, siempre dentro del área de la biotecnología, de cómo los microorganismos pueden utilizar esta molécula para producir energía, combustible o algún compuesto de valor y así mitigar el efecto que tienen los procesos actuales que generan CO2”.
Puntualmente, la investigación de Ottone se relaciona con la utilización de enzimas que reconocen el CO2 como sustrato y son capaces de transformarlo en ácido fórmico, compuesto que puede usarse como combustible alternativo –por ejemplo, en el transporte naviero– y que también puede transformase en hidrógeno.
“Hemos estudiado enzimas que son biocatalizadoras, que utilizan este CO2 y lo convierten en un producto de interés que es el ácido fórmico, a partir del cual se pueden obtener una variedad de productos y compuestos para el área de la energía, la agricultura y el transporte, entre otros usos. Lo que necesitamos es que estas enzimas sean estables en el tiempo y para eso las inmovilizamos en distintos materiales que le dan estabilidad, probamos diferentes estrategias de inmovilización y buscamos optimizar los gastos energéticos y las condiciones de operación”, añadió.
REALIDAD LATINOAMERICANA
La investigadora del Instituto Clemente Estable (IIBCE) de Montevideo, Uruguay, Claudia Etchebehere, se dedica a la aplicación de microbiología para solucionar problemas ambientales. “Estamos trabajando en dos problemas importantes, uno es la gestión de residuos y cómo podemos aplicar la economía circular en los distintos procesos productivos en Latinoamérica, y la otra es cómo podemos aplicar esos procesos biológicos para –a partir del dióxido de carbono que se emite y que es uno de los grandes problemas de la humanidad actualmente– poder disminuir esas emisiones y generar algún producto que tenga valor a partir de ese CO2”, dijo.
“Estudiamos la producción biológica de hidrógeno a partir de aguas residuales. Algunos microorganismos pueden producir hidrógeno y eso lo hemos aplicado en Uruguay a suero de quesería; en Brasil, para la vinaza de la caña de azúcar; en Chile se aplicó para glicerol; en México, para vinaza tequilera (…) La gran ventaja de este biohidrógeno es que se obtiene a partir de desechos y de aguas residuales, que es la gran diferencia con el hidrógeno verde producido por electrólisis del agua, donde se necesita agua de alta pureza y es uno de los grandes problemas que tiene la aplicación de este proceso. Por otro lado, también estamos investigando ese otro proceso que es, a partir del hidrógeno –que puede ser producido por electrólisis del agua– capturar CO2”, manifestó la microbióloga.
La actividad fue realizada con el financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) a través de los proyectos ATE220045 y FOVI 230131. El seminario contó con la participación de Lucía Braga y Eric Trably, del INRAe (Francia); Ángela Cabezas, de la Universidad Tecnológica de Uruguay; Felipe Scott, de la Universidad de Los Andes; y Javiera Toledo, de la Universidad Adolfo Ibañez.
Por Erika Schubert
Dirección de Comunicación Estratégica