Entrevista a Margot Loyola, a un año de su partida
Al cumplirse el primer aniversario del fallecimiento de la folclorista nacional y profesora emérita de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, publicamos la entrevista que el equipo de Prensa le realizó en 2008, material inédito que hace un recorrido por su historia y legado.
Margot Loyola Palacios nació en Linares en 1918. A sus 90 años, que tenía en ese entonces, cualquiera se imaginaría que esta afamada folclorista, compositora e investigadora de nuestra cultura podría colgar su guitarra y dedicarse a descansar en su casa, ubicada en La Reina, rodeada de recuerdos y fotografías de Perú, Argentina, Francia y Chile.
Sin embargo, ella se mantiene totalmente activa y lúcida a su edad, analizando y ordenando los apuntes de sus viajes por Latinoamérica cuando se quedaba por varios días cantando con los campesinos de Bucaramanga en Colombia o mostrando la cueca en Perú.
En febrero de 2008, su compañero de toda la vida, Osvaldo Cádiz, tuvo que contestar el teléfono durante dos días seguidos cuando se lanzó el rumor en los medios de que la folclorista había fallecido y ella misma quiso salir a desmentirlo después.
“Fueron 48 horas donde el teléfono no paró de sonar, se armaron cadenas de oración en el campo, machis comenzaron sus ritos en el sur en el área mapuche y diversos grupos de baile danzaron a los santos en el norte. Eso nos hizo darnos cuenta del cariño que le tiene la gente”, advierte.
La folclorista estudió piano en el Conservatorio Nacional de Música de Chile y en 1994 recibió el Premio Nacional de Arte, mención música. También es doctora Honoris Causa de la PUCV y para ella su principal reconocimiento es haber sido denominada “cantora” por un grupo de campesinos de Colombia.
¿Cuáles son sus grandes hitos profesionales en estos 90 años de vida?
Son muchos. Mi viaje a la isla de Pascua. En esa época no se conocía nada de la música ni de la danza de ese lugar. Por intermedio mío se dio a conocer esta música con la colaboración de algunos grandes intérpretes de la isla, como Ruperto Vargas y Roberto Mondantón, que me dio las primeras luces con unas grabaciones donde venía el sau sau.
Me interesé vivamente en eso e ingresé a la agrupación “Amigos de la Isla de Pascua” que había en Santiago. Por intermedio de ellos, me comuniqué con los pascuenses que venían al continente y después logré que vivieran en mi casa. Felipe Riroroco Teao me enseñó las primeras canciones y después viví con una gran bailarina, María Ignacia Paoa.
Ella me enseñó el baile, de modo que cuando llegué a la isla en 1961, lo hice cantando y bailando junto a ellos. Mi entrada fue fácil y amada.
Otro hito importante son las escuelas de temporada que realicé en la Universidad de Chile. A través de todo el país, desde Arica a Magallanes entre 1949 y 1963, enseñaba cueca. Dejé bailando cueca a medio Chile, porque fueron cursos de mucho éxito, con cientos de alumnos en todas partes.
Gracias a mis alumnos fui conociendo Chile y la cueca. Venía mucha gente que ya bailaba. Ellos ya sabían muchísimo y yo aprendía de ellos. La relación fue recíproca, aunque yo recibía más.
En una gira que efectué en Rusia me pidieron que me quedara para interpretar Carmen de Bizet, pero preferí volver y seguir con mis cuecas.
¿Hay algún premio o reconocimiento que le tenga especial cariño?
Estoy en la Universidad Católica de Valparaíso desde 1972 y recibí un gran título: Doctora Honoris Causa, siendo sólo una campesina del Maule.
Cuando estuve en Colombia hace siete años, recibí un gran premio del Gobierno colombiano, pero pedí que me mandaran a cantar con los campesinos más humildes. Quería saber cómo vivían, pensaban y hablaban.
Me enviaron a la región de Bucaramanga y después que les canto, llegaron a hablar conmigo. Uno me dijo: “¡usted no es artista, pues señora!, usted es campesina, igual que nosotros”. Ése ha sido el reconocimiento máximo que he tenido en mi vida, más que haber tocado en La Sorbonne para grandes músicos.
Me imagino que fue importante conocer a Violeta Parra…
Cuando conocí a Violeta, me impactaron sus primeras composiciones porque estaban muy cerca de la raíz. En esa época no la conocía nadie.
¿Falta un mayor reconocimiento a Violeta en nuestro país?
Violeta ya está en el corazón de Chile. Cuando algún artista logra eso, ya tiene el reconocimiento que se merece. Uno se encuentra con monumentos, placas recordatorias que cuando uno las mira, no dicen absolutamente nada. Violeta no necesita monumentos para que el pueblo sepa quién es y el valor que tuvo. Lo mismo pasa con Neruda, Víctor Jara y Gabriela Mistral.
Usted ha tenido la posibilidad de contactarse con la gente común, del campo, y ha tenido el valor de compartir sus conocimientos con ellos. ¿Qué importancia le da a esa relación a la hora de hablar del folclore?
Siempre me encariño con ellos y sufro cuando me despido. Siempre hay lágrimas, pero la gente sigue conmigo. Se abre una puerta a la primera mirada y ya estoy dentro de ellos, ellos dentro de mí. Los amo profundamente y eso el pueblo lo sabe. Hay comunicación, hay una comunión especial que se aprecia en mi trabajo.
¿Qué tan respaldada se ha sentido por la PUCV en su labor de destacar el folclore en la Quinta Región?
Me he sentido muy respaldada y querida por la PUCV. Ellos me hicieron maestra. Mis colegas me enseñaron mucho, desde el primer momento recuerdo a cuatro personas: doña Elía Saldías, que fue directora del Instituto de Música; Chelita Bravo, Jaime Donoso y Silvia Herrera.
En 1972 llegué a la Escuela de Música de la PUCV, invitada por Fernando Rosas y Carlos Miró. Yo había realizado clases en la escuela de temporada y seguía como académica en la Católica de Santiago.
El grupo de Elía Saldías se conserva hasta hoy. En 1974 creamos el conjunto folclórico de la PUCV, que sigue hasta el día de hoy. Gracias a la labor del director de bibliotecas, Atilio Bustos y Agustín Ruiz después se creó el fondo Margot Loyola, que es valiosísimo y único en Chile.
Allí estamos llevando lo que el pueblo nos ha enseñado en nuestro caminar por Chile. Para nosotros, lo más importante es entregar lo que el pueblo me ha enseñado y formar nuevas generaciones. Es fundamental que se continúe por el mismo camino. Nuestra casa pasa llena de gente, vienen muchos musicólogos, alumnos tesistas y cuequeros. Ha venido gente del extranjero, estudiantes de Perú, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Alemania, España y Francia. No me puedo quejar.
SU RELACIÓN CON LA CUECA
¿Cuál es el origen de la cueca?
Ni los historiadores, ni los antropólogos, ni los musicólogos se ponen de acuerdo. Nosotros estamos por la propuesta del argentino Carlos Vega, quien establece que vendría del norte de Perú, del área de Zaña.
Por ahí aflora, pero no tiene elementos indígenas. La copla y la seguidilla son españoles. La danza de pareja también viene de Europa y tiene elementos de culturas agrarias milenarias. Las primeras danzas del mundo son circulares y nosotros bailamos dentro de una circunferencia imaginaria. El uso del pañuelo lo heredamos de algunas antiguas danzas del mediterráneo. Algunos creen que es oriental, tampoco hay mucha claridad.
A nosotros no nos gusta hablar mucho sobre su origen, preferimos destacar los testimonios, lo que hemos vivido.
En general se asocia con las Fiestas Patrias, con la alegría y la celebración, no con la muerte…
En las grandes urbes la cueca aflora con mayor fuerza para las fiestas patrias, pero en Chiloé está presente durante todo el año. En el norte está en las fiestas de los santos patronos y en los carnavales, pero con un estilo diferente. En la cueca hay una gran diversidad, pero no se transmite en los medios de comunicación.
Los Tres han tratado de darla a conocer entre los más jóvenes…
Admiro mucho a Los Tres, son excelentes cuequeros. Lo mismo con Daniel Muñoz, gran actor nacido en San Fernando que aprovecha su impacto televisivo para dar a conocer la cueca brava o la cueca urbana. La proyectan y la dan a conocer más. Sobre todo entre los más jóvenes.
Al parecer ha hecho todo en el folclor nacional. ¿Quedan tareas pendientes?
La cultura tradicional va renovándose siempre, es como un río de aguas renovadas. Uno escribe de lo que va quedando. Con el paso de los años, ya no salimos tanto a terreno, eso es labor de la gente joven. Tenemos cientos de cuadernos, miles de fotografías, cintas y material en distintas partes del mundo. La otra vez encontramos una cinta con Pablo Neruda en 1955, la entregamos a la Universidad y salió un disco.
Todos esos documentos vamos a seguir canalizándolos a través del fondo Margot Loyola. Nuestra labor es ordenar y clasificar para que quede en la PUCV y llegue a las nuevas generaciones.
¿Qué tan importante es la Universidad en el desarrollo y futuro de nuestro folclor?
Tenemos que conocer el pasado para entender el presente y poder proyectarnos al futuro. Hay que motivar a los alumnos, la cultura es un ente vivo, uno aprende de las preguntas de los estudiantes.
¿Sobre qué grupos o personas usted cree que se sostendrá el futuro de nuestro folclor?
Hay que separar la cultura tradicional en su medio y lo que realizan los conjuntos de proyección folclórica, me refiero a las propuestas artísticas. Hay muy buenos conjuntos que toman elementos de su cultura y lo proyectan. Están, por ejemplo, Senda Chilota en Chiloé, Pobladores y Pioneros en Coyahique.
De los que toman elementos están Los Jaivas, Congreso, Inti Illimani, Los Tres e Isabel Parra. En el ballet folclórico está Bafusach.
¿Qué le preocupa del folclor actual?
Con el Transantiago no se permitía a los cantores populares subir a los buses. Eso me parece lamentable. Cuando algo es del pueblo, no se saca nada con obstaculizar. Los cantores tienen que tener su espacio, son parte de lo nuestro. Es cultura tradicional también. Es una lástima que un municipio prohíba a los organilleros tocar en la plaza de armas por ser considerado ruidos molestos.
Por Juan Paulo Roldán
Dirección General de Vinculación con el Medio