Creo que los próximos grandes avances en términos de investigación, y en general en cualquier área, van a ser multidisciplinarios y eso es muy importante de remarcar. Eduardo Fernández Ingeniero Agrónomo PUCV
14.06.2022
Eduardo Fernández, titulado de Agronomía y del programa de Magíster en Ciencias Agronómicas y Ambientales de la PUCV, Doctor en Ciencias Agriculturales de la Universidad de Bonn y quien en las próximas semanas se integrará al cuerpo académico como Profesor Asociado, ha concentrado sus estudios en el estado de dormancia en árboles frutales, un área desconocida y no tan investigada para muchos. Actualmente, Eduardo se desenvuelve como investigador Postdoctoral del Departamento de Ciencias Horticulturales de la Universidad de Bonn en Alemania. En esta entrevista abordamos los inicios de su carrera, su desarrollo como estudiante de la PUCV y su actual rol en el mundo de la investigación.
Sus inicios en Agronomía
El acercamiento de Eduardo con la agronomía comenzó desde su etapa escolar, al ingresar al Instituto Agrícola Pascual Baburizza de la ciudad de Los Andes. En dicho instituto, adquirió conocimientos prácticos relevantes para desempeñarse como técnico agrícola en el mundo profesional. Sin embargo, aquello no le facilitó sus primeros años en la carrera de agronomía, donde la escasa preparación en asignaturas más específicas como ciencias o matemáticas, lo llevó a redoblar sus esfuerzos para ponerse al día.
Comenzaste estudiando Agronomía en la PUCV. ¿Cómo fue tu experiencia?
“Ingresé el 2011 a la facultad de agronomía de la PUCV y al comienzo fue una experiencia un poco compleja. Esto dado que mis estudios secundarios fueron realizados en un instituto agrícola. Generalmente en ese tipo de establecimientos no se prepara a los estudiantes para el ingreso a la Universidad. Tenía algunos vacíos de contenido, así es que los primeros años fueron, básicamente, tratar de ponerse al día con los conocimientos y esforzarse un poco más en entender lo que los profesores de los primeros años intentan explicar, que es, en general, materia de conocimiento más fundamental.
Pero una vez que ya pude estar en Quillota, recordando por supuesto que anteriormente la carrera se dividía entre Valparaíso y Quillota, logré aplicar muchos de los conocimientos que adquirí en el instituto técnico. En Quillota se dictaban los ramos más especializados en agronomía, comparado con los ramos que se impartían en Valparaíso.
Además, el ambiente que se forma en la facultad con los profesores y funcionarios, y el hecho de tener la estación experimental al lado, fue bastante bueno porque nos ayudó a poner en práctica lo que íbamos viendo en clase. Así que en general, fue una muy buena experiencia y aprendí mucho”.
¿Qué es lo que más rescatas?
“Yo creo que, antes que todo, rescato las personas que conocí durante mis estudios. Tengo grandes amigos que conocí en la facultad de agronomía de la universidad. Y desde el punto de vista profesional, rescato el enfoque más práctico que trataron de inculcarnos los profesores. Como mencioné anteriormente, la cercanía con la estación experimental nos ayudó a incorporar conocimientos al tener la oportunidad de realizar pequeños experimentos o bien, entender desde más cerca el funcionamiento de los árboles. Creo que eso es muy valioso para poder desarrollarse profesionalmente en el futuro, si alguien está interesado en la industria en particular”.
Investigación
Su área de trabajo actual es la de investigación, donde se enfoca principalmente en el estado de dormancia en determinados árboles frutales. Eduardo observa el comportamiento que estos árboles tienen y qué beneficios y avances pueden traer para el agro. Este enfoque investigativo no comenzó sino hasta el último año de su pregrado, donde conoció al profesor Sebastián Sáa, que en ese entonces dictaba el curso de frutales de hoja caduca. El profesor Sebastián Sáa fue quien lo incentivó a desarrollarse en esta área.
¿En qué momento te interesaste por la rama de investigación y como fuiste desarrollando esa faceta?
“Tuve la oportunidad de postular a un programa que buscaba vincular alumnos de pregrado en actividades de investigación a través de un pequeño fondo concursable de la PUCV. En ese momento, conocí al profesor Sebatián Sáa. Con él, y la ayuda de Daniela Valdebenito, que era parte del laboratorio del profesor Sáa, escribimos una propuesta de investigación que fue posteriormente financiada por la universidad. Ahí comenzó mi acercamiento con la investigación, formando parte del laboratorio en el segundo semestre del año 2015. Como asistente de ese laboratorio, me tocó la labor de establecer diseños experimentales y recolectar datos en campo. Eso me gustó, fue un área que no conocía hasta el momento, pero que fue decisiva para las decisiones que tomé posteriormente”.
Desde el 2018 estás en la Universidad de Bonn, ¿cómo llegaste a esta institución y cómo ha sido tu experiencia hasta hoy en día?
“Todo estaba relacionado con haber empezado desde temprano el estudio de árboles frutales en el laboratorio del profesor Sáa. Luego de esa corta estadía que tuve en la parte final de mi programa de pregrado, decidí realizar el magíster en la escuela de agronomía de la PUCV. Ya en el magíster uno empieza a trabajar, principalmente, en investigación. Dentro del programa de magíster existía un proyecto de colaboración internacional entre el profesor Sáa y el profesor Eike Lüdeling de la Universidad de Bonn. Dicha colaboración internacional comenzaba en 2018 y necesitaba estudiantes de doctorado.
Al principio yo no estaba muy convencido de continuar con estudios de doctorado. Era una decisión muy compleja, pero el profesor Sáa y el profesor Eduardo Oyanedel me guiaron bastante en ese sentido, y conversando con ambos tomé la decisión de embarcarme en este viaje. A comienzos de agosto de 2017 entonces, postulé a la posición que estaban ofreciendo aquí en la Universidad de Bonn. Recuerdo que luego de algunas reuniones a través de internet con el profesor Lüdeling, fui seleccionado para la posición y en febrero de 2018 pude ingresar como estudiante de doctorado a la Universidad de Bonn. Mi doctorado se enmarcó en un proyecto que buscaba evaluar los impactos fenológicos del cambio climático, esto principalmente enfocado en producción de cerezas, manzanas y peras”.
El pasado viernes 29 de abril expusiste en el webinar organizado por el Doctorado sobre tu enfoque actual de investigación, el cual está orientado principalmente al estado de dormancia en determinados árboles, ¿me podrías contar cómo nació tu interés por esta línea investigativa y en qué proceso se encuentra actualmente?
“Cuando integré el programa de magíster de la PUCV estudiamos la muerte y el retorno floral de los dardos de almendro. Este es un proceso que involucra el estado de dormancia, entonces en ese momento me sentí atraído por todos los procesos que ocurren en el invierno en este tipo de árboles frutales. Generalmente, uno tiende a pensar que no pasa nada al interior del árbol porque están ‘durmiendo’, pero sí pasan muchas cosas que tienen una repercusión importante en la floración de la siguiente temporada. Dicho esto, cuando ingresé al programa de doctorado en la Universidad de Bonn, el proyecto se enfocaba principalmente en estudiar el proceso de dormancia en árboles frutales caducifolios.
Desde ahí comencé a investigar y a realizar una revisión bibliográfica de lo que era este estado. En general, yo solo sabía que existía, pero no estaba muy informado de todos los subprocesos que conlleva. También me empecé a familiarizar con modelos utilizados para proyectar los impactos del cambio climático y también modelos que intentan explicar este proceso de dormancia. Ese fue mi comienzo en esta área de trabajo.
Aquí en la Universidad de Bonn, durante mi programa de doctorado, tuve la oportunidad de realizar algunos experimentos para simular diferentes condiciones invernales y así evaluar, por ejemplo, cómo estas condiciones invernales, que pueden ser atípicas en muchas regiones, podrían tener un impacto en el proceso de dormancia y también en la floración de árboles de manzano. Esa fue una experiencia bastante interesante porque es un experimento que nos ayudó a generar muchos datos que posteriormente analicé durante mi doctorado y que todavía podemos seguir analizando para entender la respuesta de las plantas a condiciones inusuales. Es una línea de trabajo que sigue su curso, estamos intentando entender un poco más sobre qué es lo que sucede en este proceso de dormancia, cómo el árbol puede percibir que las temperaturas son muy bajas y cómo determina que ha pasado suficiente tiempo para poder florecer en la siguiente temporada. Esto implica entender cómo los árboles pueden, por así decirlo, ‘recordar’ las temperaturas a las que han sido expuestos. Y eso también tiene un componente de laboratorio, al tener la oportunidad de realizar análisis de metabolitos, por ejemplo, para determinar la fisiología de la dormancia. Entonces, también se trata de incluir biología a las observaciones de floración que podamos tener”.
¿Qué nuevos desafíos tienes ahora en la investigación?
“Una de las cosas que llamó mi atención cuando empecé a estudiar este proceso de dormancia es que existe mucha información sobre cambios biológicos en el árbol. Cambios, por ejemplo, a nivel de genes, proteínas y hormonas, que pueden estar relacionados con el proceso de dormancia. Pero en general, se ha descrito que es un proceso muy complejo que está compuesto por diversos factores. Así, creo que uno de los desafíos más importantes es poder entender el sistema en su conjunto y tratar de poner toda la información que existe en un único modelo que nos ayude a entender este proceso y todos los factores que pueden regularlo.
Creo que ese es un desafío que necesita de mucho tiempo y, particularmente, de colaboración interdisciplinaria, que a mi juicio es algo muy importante para la investigación y también algo que las futuras generaciones deben saber. Esto se debería a que diversos investigadores que pueden trabajar, como lo dije anteriormente, en el área de genes, por ejemplo, pueden entregar resultados muy interesantes sobre sus estudios, pero estos resultados quizás no están vinculados con los de otros investigadores que trabajan en el área de carbohidratos. Si somos capaces de trabajar en conjunto y de aportar entre todos a la generación de un modelo holístico (un poco más conceptual) de lo que sucede, creo que sería un gran avance en para el área de la investigación en dormancia. Ese sería uno de los desafíos más importantes bajo mi perspectiva.
Ya teniendo esta integración de todos los conocimientos actuales, el siguiente desafío sería tratar de predecir o anteponerse a las condiciones ambientales del futuro para entender cómo esos distintos escenarios podrían afectar el proceso de dormancia y, por lo tanto, la producción de fruta en árboles de cerezo, peral y manzano”.
En el contexto actual, ¿qué desafíos sientes que tienen quienes están en tu rubro, tanto investigativo como el agrónomo?
“Existen desafíos que son prácticos. El principal es que la dormancia es un proceso que se expresa una vez al año, entonces en términos logísticos, se necesita de bastante tiempo para planificar y realizar estos experimentos. Eso también conlleva la utilización de una cantidad no despreciable de recursos.
Lo otro, y que es una opinión bastante personal, es que creo que los investigadores que trabajamos en dormancia, y quizá en agricultura en general, tendemos a enfocarnos demasiado en la biología específica del proceso que intentamos entender y perdemos de vista el impacto general que nuestra investigación puede tener. Siento que en el área de investigación de la dormancia ha pasado eso. Por ejemplo, existen muchos avances en el conocimiento de la fisiología asociada al proceso de dormancia, pero en algunos casos, cuesta traducir estos avances en una medida de adaptación a los impactos del cambio climático para apoyar a la industria frutícola. Entonces, tratar de construir esos puentes entre investigación muy avanzada e investigación más orientada a la práctica, y también tratar de llegar a un punto que pueda ser común entre todos los investigadores que trabajan en dormancia y/o usuarios finales, creo que es el desafío que debemos afrontar y que se puede resolver a través de un mayor nivel de colaboración interdisciplinaria”.
Regreso a Agronomía PUCV
El próximo mes de julio, Eduardo Fernández será profesor asociado de nuestra Escuela, donde continuará con su área de investigación. Bajo esta condición, entrega un mensaje a quienes serán sus futuros estudiantes y se encuentren inclinados en querer dedicarse al mismo rubro:
“Sería ideal si están interesados. A partir de julio voy a integrarme a la Escuela de Agronomía como profesor asociado. Voy a estar trabajando en esta área entonces sería ideal contar con estudiantes interesados en esta temática. A nivel general (no sólo para aquellos interesados en dormancia), creo que lo importante es que traten de mantenerse al día con los estudios que van saliendo, entender un poco cuales son los impactos de esos estudios, ser bastante críticos de la información de la que ellos se alimentan y mantener un espíritu o motivación por descubrir y resolver problemas. Eso los ayudará a entender procesos que pueden resultar bastante complejos y, por consiguiente, a lograr avances importantes en el área de la investigación”.
Existe algo que quisieras agregar
“Creo que, desde el punto de vista de la investigación, es muy importante eso de mantenerse motivado o de interesarse por áreas que pueden parecer complejas y también tratar de colaborar. Siendo la mayoría estudiantes jóvenes, con poca experiencia quizá, sería importante tratar de buscar y construir nexos con pares de esta o también de otras facultades o universidades para realizar trabajos en conjunto. Creo que los próximos grandes avances en términos de investigación, y en general en cualquier área, van a ser multidisciplinarios y eso es muy importante de remarcar”.