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Dr. Francisco Pizarro participó de proyecto multidisciplinar FONDART sobre obras audiovisuales

El Dr. Francisco Pizarro, académico e investigador del laboratorio de telecomunicaciones de la Escuela de Ingeniería Eléctrica (EIE), fue partícipe de un proyecto FONDART -folio Nº 535947- organizado por el Centro de Estudios Musicales Latinoamericanos (CEPAL), donde junto a los estudiantes de pregrado Diego Henriquez y Francisco Torres, de quienes uno pudo concluir su trabajo de titulación, se desarrolló la adaptación de un sensor para ser utilizado en tres obras artísticas de corte audiovisual.

El proyecto, con una duración inicial de un año, pero retrasado por la no presencialidad impuesta por la pandemia, tenía presupuestada una presentación en vivo de las obras, las cuales finalmente se encuentran en proceso de grabación.

A continuación, los detalles de esta particular iniciativa, donde concluyeron el aporte tecnológico y el diseño de una obra artística en conjunto:

¿Cómo surge esta iniciativa?

Francisco (F): Hace unos años ya, en el laboratorio, desarrollamos un sensor de presión textil. Esto quiere decir que con una combinación de telas conductoras, con un material menos conductor entremedio, que en este caso era un material antiestático, pudimos generar una lámina que funciona como sensor, peculiar por su flexibilidad. Esto lo diseñamos e incluso publicamos con éxito un artículo.

Tiempo después le comenté a Andrés Rivera, un colega músico sobre esto, quien es miembro del Centro de Estudios Musicales Latinoamericanos (CEMLA), espacio que dentro de sus objetivos tiene el ver cómo la tecnología puede aportar al desarrollo de la música de influencias latinoamericanas. Con él ya habíamos desarrollado un proyecto de controlador de audio utilizando una Kinect.

Un poco en estas conversaciones es que surge la idea de explorar la aplicación e integración que podría tener el sensor en una obra audiovisual. Vale decir, que pueda verse involucrado en la obra como tal de alguna forma. Nos acercamos a los artistas, les comentamos cómo funcionaba este sensor, y ellos propusieron las tres obras que finalmente postulamos al Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART). Ahí entonces, fue como abrir una caja de pandora: como los artistas desconocen o no sienten que existan las limitaciones técnicas a la hora de llevar a cabo una obra de arte, empujaron al límite las capacidades de lo que teníamos desarrollado en este sensor. Creo que se prestó para explorar la relación ciencia y arte de una manera muy, muy positiva.

¿En qué consistió el trabajo realizado?

F: Lo que finalmente logramos es que el sensor participara como un instrumento en la obra, de manera inalámbrica. Le agregamos un control extra, que se relaciona con algo análogo, con el cuerpo, y que al final de cuentas eso tiene el potencial de traducirse en algo, un filtro visual o sonoro, entre otros. Permite agregar una dimensión extra. Tiene mucha similitud, salvando las distancias, con los sintetizadores que se solían usar en los años 70’s y 80’s. En la parte técnica nos llevó al límite de la detección en sensibilidad, en cuanta presión podía identificar el sensor, en la adaptabilidad, pensando en cómo amoldarlos a distintas superficies, y en la rapidez de procesamiento de datos. Eso fue muy interesante, en cómo poder traspasar las limitaciones técnicas para favorecer al artista.

Una obra tuvo relación con la manipulación sonora de distintos instrumentos, incluyendo instrumentos de origen andino. El sensor, colocado en distintas partes controló reverberación, eco, delay, entre otros parámetros. Fue interesante esta idea de integración, ya que usualmente estos parámetros se controlan externamente a través de perillas o pedales, que interrumpen en cierta forma la ejecución, pero en nuestra propuesta, buscábamos ser parte de algo mayor. Que la tecnología se acomode y no al revés.

Pudimos también tener un sensor en una uñeta de guitarra, donde influía la cantidad de presión sobre la misma para permitir mayor capacidad de control. Otro sensor por ejemplo estuvo detrás del mástil de la guitarra. Es curioso, como un controlador va siguiendo tu lenguaje corporal finalmente.

Otra obra fue de danza. Este sensor, adaptado y modificado se implementó en varias partes de un sillón, y una bailarina interactúe en su coreografía con el sillón. En el mismo baile existen diferentes presiones, y algunos parámetros que intervinieron fueron filtros o sonidos.

La última fue una escultura, donde el viento es el factor que toca la obra. Aquí la particularidad era lo aleatorio de la obra. Se buscaba que la naturaleza ejecute la obra. Se proyectaba vídeo en las telas por ejemplo.

En este momento están terminando de realizar el proceso de grabación.

Como bien comentas, el sensor ya había sido trabajado y decidieron reutilizar la propuesta en un contexto diferente… ¿cuál es tu opinión sobre el trabajo multidisciplinar en el ámbito de las ingenierías?

F: Yo creo que eso se da a raíz de los diálogos que uno tenga con otros profesionales de otras disciplinas. Uno naturalmente tiene un objetivo, sesgado quizá por su disciplina. Hoy es crucial el diálogo, para eliminar esas barreras. Yo creo que con todo lo que hicimos en este proyecto, que además, era en tiempo real, vale decir, el sensor debía funcionar sí o sí, llevas a un nivel mayor tu implementación tecnológica. Generamos una gran cantidad de nuevas propuestas del sensor, en rugosidad, tamaño, forma, diseño, cosa que no hubiéramos logrado sin las ideas de la parte artística. La interdisciplina o multidisciplina, aporta muchísimo a la evolución de las mismas disciplinas a las que uno pertenece como profesional.

¿Cómo pudieron evaluar el éxito en el desarrollo de este proyecto, considerando la multiplicidad de factores que afectaron al sensor?

F: El sensor tenía muchos parámetros. En presión, se trataba de la sensibilidad, al momento de apretar. El tiempo de respuesta es otro factor. También cuanto se demoraba en regresar al estado original. Finalmente, se trataba de medir tiempos. Que los tiempos sirvieran al artista en el desarrollo de la obra. La forma también. Teníamos solo una forma previa, que era del tamaño de una moneda de cien pesos. En el ejemplo de la uñeta, podía ser redondo o rectangular, en la danza, en el sofá, podría ser más grande; la bailarina no quiere entrar a buscar el sensor... por ejemplo. Había un guitarrista que no quería usar uñeta, sino un dedal, para poder tocar guitarra acústica. Hubo que entrar a doblar el sensor…, y así... Además estaba la parte de control, la transmisión inalámbrica, el tratamiento del dato, la calibración, tiempo de muestreo, resolución… tuvimos que hacer cosas distintas para cada obra. Por supuesto, quedaron cosas en el tintero, pero es una muestra de la magnitud de modificaciones en las que tuvimos que entrar a implementar.

¿Proyecciones de futuras indagaciones en esta temática?

F: Estamos viendo la posibilidad de crear un producto con esto. Tuvimos una retroalimentación muy buena, y se vio un potencial muy grande en todo esto. Estamos evaluando seguir participando en proyectos de este tipo, dado que ha sido una primera experiencia en un fondo cultural.

¿Cómo vincular la ingeniería con las artes?

F: El Ministerio de Ciencia está haciendo unas mesas de trabajo entre arte y tecnología, es parte de la agenda. Eso creo que es lo potente, un plan de acción que busca fomentar esto, que si bien no es nuevo, no se suele conversar mucho. Me dí cuenta de que en la macrozona centro, hay varios exponentes. Pienso que es un buen punto de partida que haya voluntad desde la esfera gubernamental, y pienso que vendrán iniciativas muy interesantes. Tuvimos la oportunidad de participar nosotros en algunas mesas de trabajo. Iincluso de la escuela también estuvo el profesor Fingerhuth en estos espacios.

Para conocer más del laboratorio de telecomunicaciones, puede consultarse el sitio web oficial.