Leo Riquelme, bibliotecario jefe de la Facultad de Derecho
“Somos conscientes de que no atendemos usuarios, atendemos personas”
24.10.2023
Leonardo Riquelme Bustamante lleva 38 años en la biblioteca de Derecho PUCV, un largo periodo en el que le ha tocado vivir una parte importante de la historia de la facultad, así como compartir con innumerables estudiantes que han pasado por sus espacios, académicos y académicas que partieron como “mechones” y diversas autoridades. En Derecho PUCV no hay persona que no lo conozca y reconozca, principalmente por su constante buena voluntad y vocación de ayudar a todo aquel que requiera colaboración.
¿Cómo fueron sus primeros años en la PUCV?
Trabajo en la PUCV desde noviembre de 1980, entré a servicios y luego de cinco años pasé a la biblioteca de Derecho. En esa época era muy distinto todo, en las bibliotecas antes era todo con cardex y tarjetas, después llegó la informática.
¿Cómo asumió ese cambio a la digitalización de los procesos?
Yo tuve la suerte que mi antigua jefe de bibliotecarios, Luz María Ferretti, siempre me habló de lo que venía, entonces no me era ajena la llegada de la informática. Cuando llegó no me era indiferente, solo tuve que capacitarme y hacer varios cursos. Es lo mismo que pasa ahora porque cada cierto tiempo, van cambiando las aplicaciones y entonces solo hay que ir capacitándose y adaptándose. Porque el conocimiento básico de lo que nutre la aplicación, ya está.
¿Cuál es el aporte de la informática a su labor?
Tiene varias aristas. El estudiante ahora es más autónomo porque puede reservar y renovar por el sistema y puede ver los catálogos a distancia. Pero también es cierto, que lo que se debe percibir es lo que hay detrás de los libros, la información, y eso te lo da el ser humano, con los años de conocimiento.
Tenemos varios tipos de usuarios: el alumno de primer año; el de segundo, tercero y cuarto; el que empieza a hacer su tesis; el egresado que estudia para el grado; el de postgrados; los profesores y sus respectivas áreas. Entre los profes y estudiantes también hay diferencias en cuánto cómo se manejan con las tecnologías y yo desde mi perspectiva, les tengo que ayudar a todos.
En ese sentido, ¿cómo es la asesoría que brindan?
Nosotros somos facilitadores entre la información de los libros y el usuario. Vemos cómo esa información queda al alcance del usuario. Se puede llegar a una información conociendo el autor, el título del libro o la materia, pero cuando la pregunta de esa búsqueda es muy general, es más difícil orientarlo. En esos casos les damos herramientas, como la bibliografía de los últimos años, los artículos que hacen referencia, autores más recurrentes, etc.
¿Cómo maneja los más de 33 mil títulos existentes en la biblioteca?
Hay algunos que son de alta demanda, como los códigos que se usan diariamente para las clases, o los libros de lectura obligatoria o secundaria. Otro tipo de bibliografía es la que usan los tesistas o postgrados, que es más específica. Lo mismo con un profesor que está realizando una investigación. Dependiendo de cada una de esas solicitudes, es cómo podemos orientarlos.
Por eso hacemos una inducción para primer año y para postgrados, para entregarles más herramientas que los ayude en sus búsquedas.
¿Cómo llevaron a cabo sus funciones en pandemia?
En la pandemia nos dimos cuenta que podíamos trabajar a distancia. Ahí ayudamos fuertemente a los alumnos y a los profesores. Tuvimos que comprar un escáner muy rápido y muy fácil de usar para escanear libros. En todo caso, la política de la escuela fue no escanear todo, sino que solo los capítulos obligatorios para las clases. Fueron tiempos desgastantes, teníamos que ocupar los escasos permisos que nos daban para salir y en esas dos horas teníamos que hacer maravillas, escaneando acá en las oficinas.
Desde entonces, la bibliografía obligatoria quedó on line. Pero además la escuela desde mucho antes comenzó a contratar bases que tienen material de jurisprudencia, doctrina y libros digitalizados.
¿Las bibliotecas están más vacías con la digitalización?
Hay gente que le gusta leer y son habitué dentro de la biblioteca, es un grupo que siempre va. Otros son malos para las lecturas y prefieren los apuntes condensados.
La generación de la pandemia está acostumbrada a las pantallas y le costó primero venir, y luego enfrentarse a lo presencial. Lo mismo pasa en bibliotecas.
¿Le gusta lo que se vive dentro de una biblioteca?
Mucho porque yo siempre tuve gusto por los libros. Mi profesión basal es “Máquinas y herramientas” en el colegio Salesianos, pero a mí siempre, desde niño, me gustó buscar información. Soy de la década del 60, época en que mi madre me compraba “La pequeña biblioteca”, un apartado de los días sábado del diario “La Estrella”. Entonces yo iba anotando lo que extraía y después cuando necesitaba cualquier dato, miraba mis apuntes, y ahí lo encontraba. Ya hacía algo similar a lo que hago acá. Mi madre era una muy buena lectura y ella siempre me incentivó a la lectura, la música y la conversación.
En “Máquinas y herramientas” estudié de todo. La visión en esa época era que uno debía saber de todo, más allá de lo que estudiabas. Me enseñaron que el trabajo tenía que hacerse bien y eso me acompaña hasta el día de hoy.
¿A quiénes recuerda mayormente en estos años en biblioteca?
Se me ha pasado el tiempo volando…
Yo tuve históricamente tres maestros. La primera fue Luz María Ferretti, don Alejandro Guzmán como coordinador y la señora Inés Pardo, con quien aprendí el rigor, el cómo hacer bien las cosas. En ese tiempo además ella era la única mujer dentro de todos los profesores.
A mi históricamente me tocó trabajar con don Alejandro Guzmán que era el coordinador de bibliotecas, con quien tuve una relación de años. Él siempre fue muy generoso con sus conocimientos para explicarme todo lo que sabía de colecciones y libros. No era mezquino para nada.
Gran parte de lo que se ve en la biblioteca hoy es la visión que don Alejandro traía de sus viajes a Europa. Él siempre se preguntaba cómo traer eso acá, entonces después buscaba recursos para hacerlo, pero siguiendo en la línea de la escuela.
¿La biblioteca tiene “joyitas”?
Don Alejandro creó una zona valiosa donde está la codificación de Chile. Ahí están las primeras constituciones y códigos, y los autores de inicio del siglo XIX en adelante. Es una joyita porque no todas las bibliotecas de derecho tienen ese material. Tiene valor toda la colección, por ejemplo, la de derecho romano es una de las mejores porque era la de don Alejandro. También hay colecciones buenas en otras áreas y es en gran medida, gracias a los académicos porque ellos donan gran parte.
¿Cuál es el acercamiento que los estudiantes hacen a la biblioteca?
Durante mucho tiempo pensamos en cómo atender bien a los 200 nuevos alumnos que llegan cada año, intentando llegar a todos ellos, considerando además que vienen de diferentes partes del país y variados niveles de formación. Entonces pensamos en que la biblioteca debe ser acogedora para esos chicos, que llegan sin conocer profesores, salas, etc. Esa es la política de los últimos 15 años, ser acogedores con los estudiantes sobre todo los nuevos.
Los tratamos bien. A veces los ayudo más allá de la parte académica. Por ejemplo, uno se da cuenta que andan mal, bajoneados, les ha ido mal en su primera prueba, entonces ahí les damos apoyo también. Yo les digo que es una oportunidad para mejorar y que ahí no se acaba todo, “vamos que se puede”. Somos conscientes de que no atendemos usuarios, atendemos personas.
El 2025 ya tiene que jubilarse, ¿cómo le gustaría que lo recordaran?
Es algo de vida, cuando se pasa por la vida se dejan huellas indelebles. Que en un momento dado solo se acuerden de mí porque la verdadera muerte es cuando a uno lo olvidan.
Por ejemplo, hace poco se le hizo un recuerdo a Félix Alarcón, a quien yo sabía que todas las mañanas me encontraría en los pasillos de la facultad con su gorro chilote. Nos saludábamos en la mañana y después cada uno seguía a su trabajo.
Pido eso, que me recuerden bien nada más. Yo llegué en silencio a la universidad y me iré en silencio. Yo di lo que tuve que dar y me voy tranquilo.