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Manuel Espinoza Torres

Abogado y prediácono: la tarea de llenar de energía cada día

15.05.2024

Hoy divide su vida entre la familia que formó junto a su esposa y dos hijas, su trabajo en el Consejo de Defensa del Estado (CDE) de Temuco, su labor como académico de Derecho Económico en la Universidad Mayor y su camino pastoral pronto a ser diácono, cuatro aristas que se complementan y lo hacen gozar plenamente de la vida.

Manuel Espinoza, ingresó en 1991 a la Escuela y apenas egresó comenzó a trabajar en el CDE, pasando por varias ciudades, pero una vez estando en Temuco, se acercó y participó activamente en la parroquia cercana a su domicilio hasta que un sacerdote lo motivó a hacer el camino de diácono: “en ese momento yo pensé ¿qué va a ser un abogado que defiende clientes y anda en tribunales, como diácono en la iglesia…? pero me convenció y ahora estoy en mi quinto año, listo para ser diácono prontamente”, relata.

Sin embargo, su acercamiento a la Iglesia vino antes, cuando junto a su esposa y dos hijas se volcó en un auto: "mientras nos dábamos vueltas, yo le pedía a Dios que salvara a mis niñas y mi esposa, y que, si era así, yo sería su discípulo toda la vida. Así salimos todos sanos y salvos”. En ese momento se volvió más activo en lo pastoral. 

Pero volviendo más atrás aún, Manuel recuerda que cuando llegaba a Casa Central a las clases, se iba a la capilla a las 7.45 AM para capear el frío de las salas y ahí probablemente haya comenzado este acercamiento a lo valórico, sentimiento que ha estado ligado a su paso por la PUCV: “los profesores siempre nos inculcaron los valores éticos y morales, la Universidad tiene un sustrato muy marcado en eso, herramientas que me han permitido tomar la mejores decisiones en lo personal y lo laboral, a lo largo de mi vida”, recalca.

“La formación que nos dio Derecho PUCV - que la sufrimos harto en cuanto a estudio-, con el tiempo uno se da cuenta que es la tremenda base, que a mi me ha permitido destacarme en todas las áreas en que me he desempeñado”, explica Manuel.

Y continúa: “una vez fui a misa en Viña y vi que estaba el profesor Claudio Moltedo acompañando al sacerdote. Eso me impresionó mucho y me gustó ver al profesor que veía de cuello y corbata en los pasillos de la Facultad, ahora de alba y estola. Lo admiré porque además de ser un excelente abogado laboral,  transmitía el concepto de amor justo en las salas de clases”.

También recuerda con mucho cariño por su calidad humana a los profesores Eduardo Niño y Carlos Salinas, quienes siempre rezaban antes de clases o en la capilla, ya que se les notaba que no se avergonzaban de hacer pública su fe.

“Me gusta compatibilizar el ser abogado con la parte espiritual del diaconado, ambos tienen algo en común, que es el servicio a la persona que pasa un momento complicado, es una ayuda al prójimo. La diferencia es que en uno pagan acá y el otro será recompensado en el cielo”, explica el ex alumno.

Manuel relata que incluso en los tribunales ya lo conocen como “el cura” y que le creen lo que plantea porque “tienen a Jesús de copiloto”. Esto le ha ayudado, ya que trabajar en el CDE en una zona como la Araucanía tiene sus dificultades: “acá hay una peculiaridad distinta que no se ve en el resto del país como agricultores atacados o personas que demandan al Estado por falta de protección, temas medioambientales, cosas que complejizan el ámbito legal”.

El abogado PUCV considera que trabajar en el CDE es una gran responsabilidad y su espiritualidad lo acompaña en este camino: “cuando uno litiga o redacta una demanda o contestación es como una mochila pesada porque se representa al Estado de Chile, los ciudadanos depositan la confianza en uno. Cuando entro a alegar un caso, represento a todos los ciudadanos que a través de sus impuestos financian esto”.

Manuel considera que haber pasado por la Derecho PUCV lo marcó fuertemente en su vida, ya que “las herramientas que obtuve en esos cinco años me transformaron como persona y gracias a eso, soy el ser humano que soy hoy”, puntualiza.

“Yo despierto contento todos los días, agradezco al Señor la posibilidad de tener trabajo, comida, familia. Cuando se hace ese ejercicio pequeño de 30 segundos cada mañana, la vida cambia totalmente. Cuando uno siente pasión por lo que hace, todo fluye. Si lo que uno hace es una carga y no te hace levantarte con energía, todo es cuesta arriba”, finaliza.

Facultad y Escuela de Derecho PUCV