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Blanca Besa, profesora de Teología PUCV: “La única manera de transformar la realidad es partiendo por ti y por mí”

En el marco de la Mesa de Diálogo “Nicea y las mujeres: voces visibles e invisibles”, organizada por la Dirección de Equidad de Género y la Facultad Eclesiástica de Teología, la Comisión CAHVDA de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso conversó con la profesora Blanca Besa Bandeira, académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien reflexionó acerca de la relevancia que tienen estos espacios en las comunidades universitarias.

Blanca Besa es filósofa, con una Maestría en Teología y candidata a doctora en la misma área. Se desempeñó como directora del Centro Universitario Ignaciano de la Universidad Alberto Hurtado y, en esta ocasión, lideró una conversación sobre la importancia de promover la perspectiva de género en los espacios de educación superior.

Según tu visión, ¿Cuál es la importancia para las Universidades católicas contar con espacios como la Comisión CAHVDA, que se dedican a la prevención, acompañamiento y sanción de conductas de acoso, hostigamiento, violencia y discriminación arbitraria, en entornos universitarios?

“Me parece que tiene una importancia fundamental justamente porque el puente o el diálogo entre los feminismos, la equidad y los temas de género apuntan al corazón del cristianismo, que tiene que ver justamente con cómo construir una comunidad de iguales, donde los valores de la justicia, de la misericordia, de la amistad y de la reciprocidad son centrales en el evangelio de Jesús. No es una relación forzada, sino que es muy fácil establecer un vínculo entre el corazón del mensaje cristiano que está en el evangelio y la pega de la Comisión”.

¿Cómo estimas que deben hacerse carne los valores que promueve, como el respeto y la tolerancia, en la comunidad universitaria?

“Lo que intento explicar a mis estudiantes es que el cristianismo no es una idea, un concepto ni una teoría, sino que tiene que ver con el encuentro con una persona que te cambia la vida, entonces no hay una moral que aprender o estudiar de forma abstracta, sino que tiene que ver con cómo vivimos nuestra vida de una manera distinta, cómo eso cambia mis criterios, mis decisiones y mi comportamiento. No es tanto el entender o estudiar, por ejemplo, teorías de género y el evangelio, sino que es la reflexión sobre cómo en la vida concreta y diaria eso se refleja.

De repente creo que complejizamos este proceso, pero finalmente es mucho más sencillo, porque también es un lugar donde podemos construir ese espacio común. Quiero creer que para todos, los valores de la igualdad, del reconocimiento, de la justicia, son valores humanos y universales, entonces teniendo ese espacio común podemos establecer el diálogo, impulsando prácticas y no solamente teorías. Las teorías pueden fortalecer y fundamentar estas prácticas, pero creo que lo más fundamental -y eso es parte también del cristianismo- es finalmente la práctica. Jesús también lo dice: no se trata de los que alaban al Señor solamente, sino los que ponen en práctica su mensaje”.

¿Cuál es la manera más adecuada y eficiente de promoverlo desde la Universidad?

“Yo creo que tenemos que pensarlo y construirlo juntos y juntas, pero yo soy una convencida de que, en el fondo, la única manera de transformar la realidad es partiendo por ti y por mí. Enfocarnos en que seamos coherentes con eso que decimos en nuestro lenguaje, esos discursos, en esas instancias formativas que hacemos y promovemos, en la medida en que nosotras mismas lo vivamos, eso va a generar cambio. Lo que pasa es que es lento, pero si estamos convencidas y convencidos de eso, creo que eso puede generar la transformación cultural y se va produciendo como un efecto de contagio. O sea, en la medida que yo me encuentro con alguien que es coherente y eso que dice lo hace, también contagia. Y dan ganas de ser coherente una también”.