Casi pasan desapercibidas en las ciudades, pero las colillas de cigarrillo son muy nocivas para la naturaleza y los seres vivos. En su interior poseen alrededor de 7 mil agentes tóxicos entre metales pesados y compuestos carcinógenos. Cada una de ellas puede llegar a contaminar ocho litros de agua, lo que es peligroso si llega a los océanos, sin mencionar el daño que además puede generar para la flora y fauna. Se demoran alrededor de 10 años en ser absorbidas por el ecosistema, transformándose en microplásticos, lo que es lamentable si consideramos que de los 15 mil millones de cigarrillos que se fuman diariamente, el 70% termina en las calles, paraderos de buses y esquinas, como también en bares y restaurantes.
Un grupo de jóvenes científicos se propusieron a fines del año pasado recolectar las colillas y desarrollar una serie de opciones químicas para revalorizar este residuo, considerando que el 70% corresponde a acetato de celulosa, un plástico que puede utilizarse para la fabricación de objetos de mayor valor en el mercado y que se ocupa en la fabricación de vinilos, marcos de lentes, mangos de destornilladores, entre otros.
El equipo conformado por Valery Rodríguez (Química Industrial), Germán Brito (Químico Industrial y estudiante del Doctorado en Ciencias con mención Química), Jennifer Araya (Ingeniero Comercial) y Sofía Jara (Diseño Industrial y Matrices USM) crearon IMEKO, emprendimiento que le da a las colillas de cigarro un inédito valor en base a una novedosa técnica, transformando este residuo en posavasos, productos de jardinería, ceniceros, gafas de sol y artículos de escritorio.
El trabajo de investigación lo han realizado en su totalidad en el Laboratorio de Ecología Química de la PUCV en el Campus Curauma. “Detectando esta oportunidad, nos pusimos a trabajar en el desarrollo de la idea. La propuesta comenzó a gestarse en noviembre del año pasado y eso significó salir a las calles a recolectar colillas, que están en todos lados.
Desarrollamos un proceso químico en el laboratorio que permite limpiar las colillas de todos sus componentes tóxicos y disponerlos de manera segura con empresas especializadas en el tratamiento de residuos peligrosos y también recuperar el acetato de celulosa limpio, el que se transformó en nuestra nueva materia prima”, explica Germán Brito.
El desafío siguiente fue avanzar en la transformación de este insumo, logrando llevarlo a distintas formas físicas, como plástico compacto, fibras y films. En el fondo, la idea es utilizar esta materia prima para desarrollar productos tecnológicos, advierten.
EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN
El proyecto de acuerdo a sus integrantes busca hacerse cargo de la recolección de las colillas y que las personas entiendan que se pueden reciclar usando un contenedor especial. Una colilla puede tardarse alrededor de siete días en reutilizarse a través del proceso desarrollado por los científicos.
“A lo largo de una semana se puede transformar desde que llega al laboratorio hasta que tenemos el producto plástico para ser moldeado y obtener diversos objetos. Se parte con un proceso de lavado de la colilla donde se eliminan los restos de tabaco, cenizas y se desprende el papel. Después esta colilla pasa por un proceso químico donde se realiza la extracción de todas las sustancias tóxicas, a través del uso de solventes orgánicos”, explica Valery Rodríguez.
En el fondo, no se adicionan elementos sino que es un proceso de extracción. Se sacan las sustancias tóxicas y la colilla queda de un color blanco, sin contaminantes. Con un total de 300 colillas, se puede hacer un set de seis posavasos.
El equipo en un comienzo partió en el Laboratorio de Ecología Química de la Universidad y después se adjudicó fondos a través de un proyecto de la Dirección de Innovación y Emprendimiento de la PUCV para adquirir su propio equipamiento e insumos para su funcionamiento, ganando en la categoría de prototipo de innovación tecnológica. Recientemente, obtuvieron el Fondo de Emprendimiento para Mujeres en The S Factory de Start-up Chile donde se adjudicaron 10 millones de pesos. Allí se presentaron 185 iniciativas de nueve países, quedando seleccionados entre los 20 mejores.
Este incentivo les permitirá avanzar en un proceso de aceleración y escalamiento, junto con obtener un mayor stock de productos para sacar a la venta y seguir creciendo como emprendedores.
El equipo además ha realizado conversaciones con varios municipios que están interesados en el servicio de reciclaje de colillas de cigarrillos. Han desarrollado vínculos con algunos bares y restoranes de Valparaíso, Viña del Mar y Villa Alemana donde se recolectan alrededor de mil colillas a la semana. IMEKO –nombre del emprendimiento- cuenta con alrededor de 10 contenedores operativos.
“Lo de trabajar con los bares surgió de manera espontánea. Estábamos con la idea de colaborar con los municipios y afortunadamente hubo interés de los bares y los restaurantes. La gestión del residuo también se nos ha transformado en un modelo de ingresos que no estaba considerado en un comienzo. Se cobra por la instalación del contenedor junto con el retiro y reciclaje de las colillas que se recolecten. Lo mismo va a ocurrir con los municipios”, complementa Germán Brito.
En los bares se cuenta con contenedores de 12 y 20 litros con planes de instalar otros también en municipios en los postes y paraderos. Donde más fuman las personas es en los paraderos y esquinas.
“Queremos lograr confianza en la gente. Estamos pensando en un producto que antes era una colilla de cigarrillo y que las personas no tengan temor de usarlos luego como productos de ecohogar, jardinería, oficinas, etc. Estamos enfocados en crecer por esa línea”, advierte Brito.
EL NOMBRE DE IMEKO
Los integrantes del equipo se tardaron alrededor de dos semanas en pensar en un nombre para su emprendimiento y se decidieron por IMEKO. Puede parecer un poco ñoña la explicación, pero el compuesto químico del acetato de celulosa cuando se escribe la fórmula química se puede traducir en el grupo Meko y luego le agregaron la I de Innovación.
El logo tiene una especie de triángulo que se asemeja al símbolo del reciclaje y se relaciona con la revalorización: sacar algo del ambiente para transformarlo en algo con mayor valor.
“Es importante destacar que todas las colillas sirven para ser recicladas, no importa si están mojadas. También se pueden utilizar aquellas que ocupan las personas que arman sus cigarros. Hay que crear conciencia de que gracias a IMEKO ahora todas las colillas pueden ser reciclables. Antes se veían sólo como basura. Con esto, creemos que tenemos la capacidad de generar una nueva industria para el reciclaje”, concluye Valery Rodríguez.
CÓMO ES EL PROCESO
Se retiran las cenizas y el tabaco de las colillas de cigarro mediante un sistema de tamizado. Luego, se separa el papel obteniendo colillas en bruto y con altos niveles de toxicidad. Posteriormente, se extraen las sustancias dañinas mezclándolas con solventes orgánicos y los elementos tóxicos se depositan en contenedores que son enviados a empresas de tratamiento para garantizar un proceso eficiente y limpio. Se rescata el filtro de la colilla, elemento que se transforma en acetato de celulosa, plástico moldeable y resistente. Luego se funde e inyecta en moldes especialmente diseñados para el producto final.
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